REACCIÓN DE LA FAMILIA DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE ENFERMO


Para los padres la hospitalización de un hijo tiene un significado amenazante para la integridad física y emocional del niño, lo que produce angustia. La enfermedad altera la dinámica familiar, ya que requiere cuidados especiales que suponen cambios en la organización. Actúa en los miembros de su familia como una agresión. Sobre los hermanos produce un impacto significativo ya que experimentarán un aumento del nivel de estrés al tener que realizar un mayor número de tareas en el hogar y recibir una menor atención por parte de sus padres. Pueden sufrir regresiones, comportamientos infantiles, agresividad contra el hermano enfermo, celos, rebeldía ante las normas; pero también sentimientos de abatimiento y tristeza, deseos de enfermar o morir. Una enfermedad en cualquier miembro de la familia tendrá repercusiones sobre cada uno de los demás miembros, originando así un cambio en todo el sistema familiar.


De modos distintos, cada uno de los miembros de la familia experimentará, con distintos matices, un sentimiento de pérdida: de la salud, de la tranquilidad, de la sensación y percepción del control, de la capacidad de protección de los hijos, de la atención que recibirán de los otros miembros de la familia, de ciertos proyectos, de las relaciones sociales y de las actividades escolares, profesionales y recreativas. Las reacciones de los padres repercuten en la capacidad del niño/adolescente para afrontar el problema.


Las reacciones más frecuentes de los padres pueden ser:


-Sobreprotección:
los padres no dejan hacer a sus hijos nada por sí solos, creen ver riesgos y peligros por todas partes. Intentan protegerlos adelantándose a las necesidades que pueda tener el niño. Predisponen a que el niño adopte una actitud pasiva.


-Interdependencia mutua: fundamentalmente madre-niño. La madre evita separarse del niño tratándole como si fuera un bebé.


-Tolerancia excesiva: satisfacen todos los caprichos de sus hijos, se les permite todo sin ponerle límite alguno.


-Escasa o incorrecta educación sobre la enfermedad: los padres no quieren hablar de la enfermedad ni de enfermos en casa para que el niño no sufra. El niño necesita de forma proporcional a su desarrollo cognitivo ir asimilando la comprensión de la enfermedad como un hecho común que todos debemos saber afrontar.


-Ansiedad: manifiesta gran nerviosismo. El niño se da cuenta y se pone nervioso y se atemoriza (su estrés aumenta). Se produce un "contagio emocional", con lo cual es mejor si los padres se sienten cómodos y relajados.


-Respuesta ajustada a la situación: reaccionan con entereza y razonando las consecuencias de la enfermedad.


Escrito por: Psic. Paula Cueva

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Dra. Merari Elizama Lorán Torres a sus órdenes.

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