PERSPECTIVA DE LA ENFERMEDAD DURANTE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA


El punto de vista de los niños en relación con la enfermedad y la salud es muy variable, depende de la etapa vital que estén atravesando.


Primera infancia (0 - 3 años).En los primeros meses no existe una idea de la enfermedad. Se comunican por llanto y movimientos corporales ante molestias. Esta forma de comunicarse es de muy difícil interpretación. De 1 a 3 años, sus reacciones dependerán de sus experiencias previas, y en caso de no poseerlas, su imaginación sustituirá al conocimiento. Los síntomas son difíciles de tipificar y no sabe expresarlos discriminativamente.


Preescolar (3 - 7 años). Asumen que el síntoma es la enfermedad (diarrea es la enfermedad, no gastroenteritis). La causa de la enfermedad se relaciona con un mal comportamiento (desobediencia, travesura) y la separación se vive como un castigo merecido (el niño se siente culpable). No se sienten enfermos hasta que no se lo hacen saber los familiares o sanitarios. La vitalidad de los niños a estas edades enmascara a menudo el desarrollo de una enfermedad leve. El tratamiento suele adoptar creencias mágicas: piensan que cura el simple hecho de ingerir una medicina o recibir una inyección.


Escolar (7 - 12 años). Desarrollan una idea causal de la enfermedad más elaborada: son capaces de atribuir causas concretas. Es capaz de diferenciar entre salud y enfermedad. Reconoce inconvenientes de la enfermedad (no puede salir a jugar): aprende a valorar la salud frente a la enfermedad. Pide ayuda a mayores cuando se encuentra mal pues ya sospecha que puede estar enfermo. Aprenden a valorar lo importante que es contarle al médico lo que se tiene o se siente para que éste pueda establecer un diagnóstico correcto. En cuanto al tratamiento, no entienden bien que éste tenga que ser en ocasiones doloroso, pues perciben cierta contradicción en el hecho de que para que algo tenga efecto positivo (efecto curativo) deba tener también efecto negativo (dolor del pinchazo).


Adolescencia (12 - 18 años). La enfermedad en el adolescente interfiere su evolución normal (biológica, psicológica y social) y supone:


•Un ataque a su imagen corporal y a su autoestima: implica asumir las limitaciones del cuerpo, lo que produce una desvalorización personal y disminución de la imagen que se les da a los demás. Muchos adolescentes suelen vivir su cuerpo como invulnerable, imaginando que no les va a pasar nada malo.
•La necesidad de dependencia de los demás cuando está luchando por lo contrario: autosuficiencia y la individualidad. La disposición de sus padres a seguir cuidándolos suele ser vivida como invasiva y agobiante, generando varios motivos de discusión. Considera esta dependencia como un paso hacia atrás en su desarrollo.
•Un aumento de la sensación de aislamiento y soledad debido a que los padres pueden haber perdido ya la función de apoyo y protección que tenían en la infancia.
•La pérdida de los sentimientos de omnipotencia e invulnerabilidad les puede permitir una visión más realista de sí mismos, pero también les puede afectar emocionalmente. Aparece el miedo a las consecuencias de la enfermedad y a la muerte.
•Tener que afrontar los sentimientos de pudor y vergüenza asociados al cuerpo: teme los reconocimientos médicos porque es angustioso exponer su cuerpo desnudo a la mirada de los demás. El adolescente tiende a consultar poco por iniciativa propia. Les cuesta mucho comunicar a los demás lo que les ocurre en su cuerpo. Por otro lado, si dicen que les duele algo, temen perder su autonomía y su libertad. Tiene una idea más elaborada de la enfermedad como proceso, con lo cual necesita continuamente ser informado de los cambios en el proceso patológico. Puede asimilar limitaciones que la enfermedad le provoque y es consciente de la importancia de describir con detalles el problema que le haya surgido. Su comportamiento se caracteriza por la ambivalencia: puede reaccionar como un adulto o como un niño. Es habitual que sufra frecuentes cambios de humor y estado de ánimo. No está acostumbrado a cuidar de su salud (lo hacían sus padres) y no valora aspectos como la importancia de una alimentación adecuada, de la higiene, de los hábitos sanos, etc.



Escrito por: Psic. Paula Cueva

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