Identidad de género y orientación sexual: Desarrollo e intersexualidad



Desarrollo e intersexualidad 


Lo explicaremos con una metáfora para los dos sexos (mujer y hombre) en la que cada uno de ellos sería una “pared” que estaría conformada por diferentes “ladrillos”. Si desde lejos observásemos el color que tiene esa pared la veríamos de color “azul”, en el caso de ser un hombre, y de color “rosa”, en el caso de ser una mujer. Por otro lado, y si paulatinamente nos acercamos a esa pared (azul o rosa, hombre o mujer), nos daremos cuenta de que a pesar de que una mayoría de los “ladrillos” que la conforman son de un color (azules o rosas), tendremos también algunos “ladrillos” intercalados que no son de ese color mayoritario. En una “pared” predominantemente azul siempre encontraremos ladrillos rosas y a la inversa. A esta característica, o al hecho de que todas las personas tengamos características del otro sexo (ladrillos rosas en paredes azules y al revés), lo llamaremos intersexualidad. En sentido estricto, y esto es algo muy importante a la hora de tratar con las chicas y chicos, ninguna persona es hombre o mujer de forma “pura” ya que todas las personas compartimos características del otro sexo; nos situamos en una línea en la que sus dos extremos serían el de mujer y hombre (de forma teórica) aunque prácticamente todas y todos nos colocaríamos más cerca o lejos de cada uno de esos polos (mujer/hombre) pero nunca de forma absoluta en uno de ellos.


Siguiendo la metáfora de “la pared y los ladrillos”, podríamos distinguir los siguientes “ladrillos”:


• El primer “ladrillo” sería el genético y haría referencia al hecho de que en el momento de la fecundación el óvulo de la mujer aporta un cromosoma X, a la vez que el espermatozoide puede aportar un cromosoma X o Y. La combinación XX tendrá como resultado una niña (genéticamente hablando), mientras que una combinación XY tendrá como resultado un niño (del mismo modo, desde un punto de vista genético).


• El segundo “ladrillo” se referiría a las gónadas, pues hacia la sexta semana de gestación aparece una estructura gonadal indiferenciada que bajo los efectos del cromosoma Y dará como resultado el testículo, mientras que bajo los efectos de dos cromosomas X (y la ausencia de influencia del cromosoma Y), dará como resultado un ovario.


• El tercer “ladrillo” lo conformarían los genitales internos cuyo desarrollo, a falta de influencias hormonales, sería por defecto siempre femenino. A nivel genital interno, encontramos dos estructuras: los llamados conductos de Müller y los denominados conductos de Wolf, que bajo la influencia hormonal y aproximadamente a partir de la novena semana de desarrollo embrionario comienzan a desarrollarse o en sentido “femenino” o “masculino”. Pero, de algún modo, se podría decir que todos los embriones tienen la potencialidad de construir genitales internos de ambos sexos. En el caso de desarrollo en “femenino” las estructuras resultantes serían el útero, las trompas de Falopio, y los dos tercios internos de la vagina; en el caso de desarrollo en “masculino”, las estructuras resultantes serían el epidídimo, vesícula seminal y el conducto deferente.


• Más ladrillos: Los genitales externos vendrían a conformar el cuarto de los “ladrillos”. Simplificando mucho, en un sentido femenino tendrían como resultado la creación de la vulva, los labios mayores y menores y el clítoris. Bajo la influencia de la testosterona, se desarrollarían en un sentido masculino, resultando la creación del glande, y el escroto y el cuerpo del pene. Entre el cuarto y séptimo mes con la creación del sistema nervioso central, aparece el quinto “ladrillo” que se refiere al eje hipotálamo-hipofisario que regulará la producción de espermatozoides y óvulos.
Todo esto sucede antes del nacimiento, y forma parte del proceso de sexuación del ser humano. Pero dicho proceso no acaba aquí, sino que continúa tras el nacimiento.

 

La etapa neonatal vendrá caracterizada principalmente por lo que se denomina “sexo de asignación”. Nada más nacer y en función de los genitales del bebé, establecemos si es niña o niño (clítoris y labios vaginales en el caso de ellas y pene y bolsa escrotal en el caso de ellos). Seguido de esto, y aunque es posible que en ocasiones nos pueda pasar desapercibido, en función del sexo asignado al bebé empezamos a tratarlo de una forma u otra. A pesar de la falta de evidencias, a ellos se les suele tratar como “fuertes” y a ellas como “suaves o más finas”. De esta forma, volcamos ya desde este primer momento en las niñas y niños una serie de expectativas de comportamiento que no tendrían por qué corresponderse con lo que son. A este doble tratamiento que realizamos en función del sexo asignado algunas personas lo han llamado el “doble proyecto educativo”. Un doble proyecto educativo que además es jerárquico y que sitúa al hombre en superioridad a la mujer.


Probablemente estemos haciendo también que, desde la primera infancia, estas expectativas se vivan como los comportamientos que son “deseables” respecto a ser chico o chica. Para tratar de evitar esto, es importante que las madres y los padres revisemos, antes de nada, nuestras expectativas respecto a nuestras hijas e hijos. ¿Es posible que, a pesar de los discursos políticamente correctos, se acepten algunos comportamientos y otros no en función del sexo? ¿No sería más adecuado flexibilizar nuestras expectativas sobre los chicos y las chicas para que así puedan tener más oportunidades para expresarse en el futuro tal y cómo son?


Adentrándonos en el campo de la sexualidad en esta franja de edad será muy conveniente que tengamos presente la premisa de “no ver con nuestros ojos de adultas y adultos los comportamientos de las niñas y niños”. En este sentido, algunas conductas pueden ser parecidas en niños y adultos pero, sin duda, sus significados van a ser diametralmente diferentes, pues la sexualidad se vive de forma distinta según la etapa evolutiva. No es igual no puede ser igual jugar a besarse o tocarse con cuatro años que con 14, 24 o 40 años. En el primer caso, no hay aún orientación del deseo, ni significados.


La educación de los afectos o el aprendizaje del apego son cruciales en la primera infancia y comienzan desde el momento del nacimiento. Las figuras de apego principales (madre, padre, cuidador o cuidadora principal...) son las personas de referencia para estos aprendizajes claves, por tanto, en la educación sexual, pues permiten a niños y niñas aprender a sentirse merecedores de afecto, aceptados y valiosos, así como a expresar afecto a los seres queridos. Cuando desde pequeños niños y niñas se sienten aceptados y queridos por sus figuras de apego, de forma incondicional, se están sentando las bases para la seguridad y autoestima. Por eso, es muy importante que durante estos primeros años las principales figuras de apego transmitan la idea a las niñas y niños de que son valiosos por ser como son, únicos e irrepetibles.


En contra de lo que muchas veces se suele decir, el que un chico o una chica se defina en un futuro como gay o lesbiana, por ejemplo, no dependerá de si ha recibido más o menos afecto en esta edad. Sin embargo, haber recibido o no ese afecto le ayudará a sentirse seguro.


Por supuesto, ofrecer afecto no es incompatible con poner normas. Debemos poner normas y explicarles por qué las ponemos. Normas razonables y razonadas. Y, en relación a las normas, habrá que tener mucho cuidado, por ejemplo, a la hora de utilizar expresiones como “eso los niños no lo hacen” o “eso es de chicas y no de chicos”; una vez más se tratará de hacer reflexionar acerca de las expectativas que tenemos los padres y madres para intentar no condicionar los comportamientos de las niñas y niños.


En relación a la sexualidad, debemos hablar con las chicas y chicos no solo las cuestiones sobre las que nos pregunten, sino que también debemos dialogar sobre aquellos asuntos que pensemos es importante que conozcan. Cuando hablemos es importante que les demos a entender que existen diferentes formas de ser chicas y chicos, que existen chicos que se sienten atraídos por otros chicos, chicas por otras chicas, etc., y que todas esas formas, todas ellas, son igual de válidas y legítimas. Aunque no lo parezca, de esta manera estamos trabajando para que conozcan el mundo que les rodea y, además, para la igualdad y la prevención de situaciones de discriminación y violencia en el futuro.


Revisión bibliográfica realizada por:
Psic. Paula Cueva
Psicóloga Clínica
Escrito extraído de:
Fuente: Azqueta I.,. (2014). Educar en la diversidad afectivo-sexual desde la familia, Cómo educar a favor de la igualdad de valor y contra la violencia por motivos de orientación sexual e identidad de género. Madrid: CEAPA


Escrito por: Psic. Paula Cueva

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