Adicciones Comportamentales


Una adicción consiste en una pérdida de control de la persona ante cierto tipo de conductas que tienen como características producir dependencia, síndrome de abstinencia, tolerancia, vivir para y en función de esa conducta, etc. Aunque se han propuesto distintos tipos de adicciones, hoy podemos diferenciarlas en dos grandes grupos:  aquellas producidas por sustancias químicas y aquellas producidas por conductas. Serían las adicciones químicas y las adicciones comportamentales. Entre las primeras tenemos la adicción al alcohol, a la nicotina y a las drogas ilegales (heroína, cocaína, marihuana, drogas de diseño, etc.). Entre las comportamentales, el juego patológico, el comer compulsivo, el sexo compulsivo, el trabajo compulsivo, las compras compulsivas, etc., junto a la adicción a las nuevas tecnologías (Becoña, 2006a). 


La adicción al juego es la que más atención ha recibido desde los años 80 del siglo XX y sus criterios diagnósticos están en el DSM-IV-TR, siendo la única adicción sin sustancias recogida en el mismo aunque dentro del apartado de trastorno de control de impulsos no clasificados en otros apartados. En España, la adicción al juego se relaciona sobre todo con las máquinas tragaperras, debido a las características de funcionamiento de las mismas: fácil accesibilidad, apuestas pequeñas con la posibilidad de conseguir ganancias proporcionalmente importantes, inmediatez entre la apuesta y el resultado, y manipulación personal de la máquina (a lo que se asocia cierta ilusión de control, y los estímulos visuales y sonoros) (Becoña, 1996; 2004; 2009b; Echeburúa, 1999; Echeburúa, Becoña y Labrador, 2010).


La persona comienza a jugar de forma gradual, ganando algún premio ocasionalmente, a los que da gran importancia, a la vez que comienza a minimizar las pérdidas. Este proceso refuerza la autoestima y su optimismo frente al juego. Progresivamente, el tiempo y el dinero dedicado al juego va aumentando, y las pérdidas llegan a ser importantes. Con el fin de recuperar el dinero perdido la persona se va endeudando, sin conseguir su objetivo y endeudándose más y más hasta que la situación se vuelve insostenible. Habitualmente, cuando su entorno cercano se percata de la situación, la pérdida del control de impulsos y las consecuencias del juego sobre los distintos ámbitos de su vida son ya bastante graves, y el intento de que el jugador deje su adicción suele tener escasos resultados. Aún así no es extraño que su conducta remita temporalmente y que la familia asuma las deudas contraídas. Lo más probable es que antes o después el jugador recaiga, buscando ocultarlo a su entorno y viéndose de nuevo en una situación de deudas insostenible, que mantiene la conducta de juego, con la ilusión de la posibilidad de recuperar las pérdidas y volver a la normalidad, hasta que su familia o pareja se percata de lo que está aconteciendo, lo que puede tener dramáticas consecuencias para el jugador y las personas allegadas.


En los jugadores patológicos son característicos ciertos sesgos cognitivos, como la ilusión de control sobre el propio azar, atribución interna de las ganancias y externa de las pérdidas, y una focalización de la atención sobre las ganancias, minimizando las pérdidas. Es habitual también que estas personas consuman alcohol u otras drogas mientras juegan, pudiendo llevar al desarrollo de otras adicciones; que desarrollen patología depresiva y trastornos psicosomáticos; y que su conducta les acarree diversos problemas familiares, sociales, laborales y legales (Echeburúa et al., 2010).


Un tipo de adicción que en algún país, como Estados Unidos, está adquiriendo gran importancia es la adicción al sexo. La intervención con las personas denominadas adictas al sexo es un tema de controversia, dado que mientras que para algunos es un problema de adicción, para otros es un problema de conducta. El adicto al sexo, para Griffin-Shelley (1993), habría perdido su capacidad de elección o libertad. Su experiencia se convierte para muchos de ellos en obsesiva.
Este autor considera que dentro del sexo y el amor habría unas personas que tienen un gran miedo y evitación a los encuentros románticos y/o sexuales, mientras que otros, por el contrario, estarían muy preocupados por la sexualidad y/o el amor. Esto implicaría que para cualquier conducta habría un estado normal o social, un estado inexistente o de evitación y un estado de alta implicación que acarrearía problemas, en cuyo nivel extremo puede llegar a arruinar la vida del sujeto. Por ello, para Griffin-Shelley (1991, 1993) la definición de adicción al amor y al sexo incluye nueve elementos: 


1.- “colocarse” (the high)
2.- la tolerancia 
3.- la dependencia 
4.- el deseo (craving)
5.- los síntomas de abstinencia
6.- la obsesión
7.- las conductas compulsivas
8.-  el secreto
9.-  y los cambios de personalidad. 


Un adicto al sexo tendría que tener al menos tres de los anteriores criterios.


La adicción al trabajo es una característica de nuestra sociedad industrializada, en donde el trabajo y, consiguientemente, el dinero y el poder, están muy asociados. Denominado “trabajo compulsivo” o “borrachera de trabajo”, este problema se detecta fácilmente cuando la persona antepone el trabajo a su familia, a sus amigos, a sus diversiones y, al final, ante sí mismo como persona. La persona con esta adicción puede trabajar diariamente 12 ó 14 horas durante 6 ó 7 días a la semana. Es raro que tome vacaciones, y si las toma padece síndrome de abstinencia: está irritado, inquieto, tiene sentimientos de inutilidad y culpabilidad, llama continuamente al trabajo como si fuese imprescindible, se siente angustiado, etc. Otra característica es que no hay pruebas objetivas de que tenga que hacer esas conductas para que todo siga funcionando igual en su ausencia.


Curiosamente, no siempre obtienen la productividad prevista con el gran número de horas que dedican al trabajo. Esto les lleva a trabajar aún más, cayendo de este modo en un círculo vicioso en donde nunca hay límite. Esto les lleva a ir poco a poco padeciendo situaciones de estrés, que se puede llegar a convertir en crónico. Por ello muchas personas que cumplen los criterios para el patrón de conducta tipo A son igualmente trabajadores compulsivos. Su modo de comportarse como trabajadores excesivos les lleva en muchos casos a padecer este patrón de conducta, que lleva a que tengan un alto riesgo de padecer enfermedades coronarias y, por tanto, de producirles la muerte.


Quién más sufre las consecuencias del trabajador compulsivo es su familia. No atiende a su esposa ni a sus hijos. En ocasiones el trabajador compulsivo puede quedar agotado, tanto a nivel físico como psicológico. En tales casos su organismo le recuerda que está sobrepasando los límites. Otros, aguantan así muchos años hasta que se derrumban. También es frecuente que si dejan de ser adictos al trabajo cambien por otra adicción (ej., al juego); o bien que otros adictos (ej., al juego), cuando dejan su adicción trabajen más horas o incansablemente y lleguen incluso a ser adictos al trabajo. La crisis suele permitirle darse cuenta del problema. Si se lleva a cabo una adecuada intervención con estas personas se puede reorganizar su vida.


La adicción a las compras compulsivas es un nuevo problema en nuestras sociedades industrializadas (Rodríguez-Villarino, 2005). Una de sus características es que la persona que padece este problema compra cualquier cosa que vea no por su utilidad, sino por el hecho de comprarlo o por “si algún día” puede llegar a precisarlo, haciendo compras de lo más disparatadas, de poco dinero la mayor parte de ellas, pero en gran número y variedad. Ello acarrea quedarse sin dinero, tener que pedir créditos, impagos de los mismos, etc. Suele detectarse este tipo de patrón en personas que compran en grandes almacenes, ya que en ellos encuentran los más variados artículos y pueden realizar las compras con tarjetas de crédito.


Igualmente, la utilización de tarjetas de crédito favorece la compra compulsiva, ya que sólo se ve el refuerzo, “la compra del objeto”, pero no las consecuencias (“quedarse sin dinero”), ya que el dinero de plástico en ese momento es sólo eso, plástico, y no aprecian que luego hay que hacerle frente con dinero real.


Este problema se da más frecuentemente en mujeres, por ser ellas las que suelen hacer la mayor cantidad de compras en la vida diaria, alimentación, hogar, para la familia, etc. (Becoña, 2009a). En hombres, cuando se da, puede llevarles a la ruina económica, especialmente si tienen una empresa y compran grandes cantidades de modo irracional respecto a la posibilidad de venta, o compras superfluas que no son útiles.


Otras nuevas adicciones las tenemos con la televisión, ordenador, teléfono móvil, el internet, redes sociales etc., en donde la persona orienta toda su vida a estar pendiente de la misma, llegando a abandonar otras actividades, especialmente en adolescentes, quienes con la excusa de su adicción abandonan sus estudios, o para superar otro problema se refugian en la misma; las amas de casa que dejan de cumplir sus obligaciones familiares; etc. En muchas ocasiones es importante el estado emocional de esa persona. Así, una persona con depresión puede refugiarse en la televisión para superarla. Ver la televisión le permite encontrarse en un estado semi-disociativo y, de este modo, no estar deprimida pero quizás ello le puede llevar a destruir su vida. Con el móvil se evade de la realidad, con el ordenador y el acceso a Internet se ve otra persona, etc. En estas adicciones influye de modo importante el estar en casa, el aislamiento o el tener pocos amigos.


Una adicción que va cogiendo importancia año a año en los países industrializados, y sobre todo en jóvenes, son los videojuegos. Los mismos están asociados con la adicción a la televisión y con el juego patológico (Estallo, 2009). Concretamente algunos padres dejan que sus hijos vean la televisión un gran número de horas, adquiriendo una dependencia de la misma. Con posterioridad les regalan un aparato de videojuegos y pueden adquirir una dependencia a los mismos. El retarse a uno mismo, o a otros, o el intentar superar las marcas le lleva a mantenerse en la conducta y sufrir la tolerancia, por lo que incrementan el tiempo que le dedican a los mismos.


Revisión bibliográfica realizada por:
Psic. Paula Cueva
Psicóloga Clínica
Fuente: Becoña , E., Cortés , M., (2010), Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación, SOCIDROGALCOHOL, Barcelona, España


Escrito por: Psic. Paula Cueva

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Dra. Katherine Sofia Heredia Zapata a sus órdenes.

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