La comunicación en la familia.


La comunicación es un proceso básico para la convivencia. Sin ella, ésta resulta impensable. Establecer relaciones con uno mismo, con los demás y con el entorno se vuelve imposible sin comunicación.


Pero ¿Sabemos comunicarnos? La respuesta es más bien negativa. Si nos atenemos al ámbito familiar, aparecen numerosos problemas de mala comunicación e incluso de ausencia total de la misma.


La comunicación es un proceso en el que un emisor envía un mensaje a un receptor, utilizando para ello un determinado canal que utiliza un código para hacer llegar el mensaje al receptor. Una vez recibido, el receptor se transforma en emisor y lleva a cabo el mismo proceso, contestando con un nuevo mensaje a través de un canal y un código que, a su vez, puede producir un nuevo mensaje del emisor, y así hasta que los protagonistas den por concluido el proceso.


Por ello, para entender el proceso de comunicación desde la perspectiva de la convivencia es preciso tener en cuenta que el proceso tiene lugar entre personas y que, lejos de funcionar como meras máquinas, las personas participan en el proceso con toda su biografía: su biología, sus percepciones, sus pensamientos, sus sentimientos y su experiencia adquirida a través de sus acciones.


La comunicación exige permeabilidad de ambas partes


Para que una comunicación sea exitosa, hay que crear las condiciones previas que la hagan posible.


El primer paso para una buena comunicación es conseguir que la otra parte se abra y escuche, se vuelva permeable a nuestro mensaje. Si no conseguimos esto, como se suele decir, “estamos hablando con una pared”, nuestro mensaje chocará con un muro impermeable, rebotará sin haber tenido ningún efecto. Es necesario conseguir que la otra persona se interese por lo que queremos comunicar, abra sus membranas para poder recibir nuestro mensaje y conseguir que le preste atención.


Es necesario plantearse, de manera más o menos consciente, un “plan de permeabilidad”, sabiendo que el comportamiento de ellos, la atención que me prestan, el caso que me hacen y el trato que me dan no es independiente de mi manera de comunicarme, de la atención que les presto, el caso que les hago, el trato que les doy. En cierta medida soy responsable de sus comportamientos, de sus cambios de conducta en relación conmigo, de su motivación para participar y de las respuestas que dan a mis mensajes. De ahí que, un cambio en mi comportamiento, pueda determinar un cambio en el suyo.


Revisión bibliográfica realizada por:
Psic. Paula Cueva
Psicóloga Clínica
Fuente: Sánchez García-Arista, M. L., y Uruñuela, P.(2012) Orientaciones para afrontar los conflictos y dificultades familiares. CEAPA, MADRID


Escrito por: Psic. Paula Cueva

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