La habilidad motriz en el envejecimiento


A menudo se alude al movimiento humano como «destrezas motoras» o «habilidades motrices», que, a su vez, pueden ser groseras o finas. En las primeras intervienen grandes músculos y están relacionadas con la postura y el desplazamiento, mientras que las sutiles son actividades de índole manipulativa que implican movimientos menos activos pero mucho más precisos y sensibles. Las habilidades motrices fundamentales comprenden, básicamente, la destreza manual, la marcha (es decir, la capacidad de caminar) y el mantenimiento de la postura. El gesto motor se basa en cadenas cinéticas (es decir, de movimiento) cuyo soporte físico esencial se encuentra en los huesos, articulaciones, tendones y músculos. El movimiento responde a un amplio abanico de posibilidades y matices, obedeciendo a un complejo organizativo que reside en el cerebro y que cuenta con múltiples interconexiones.


El conjunto musculoesquelético debe trabajar en armonía, con flexibilidad, para lograr la adecuada coordinación entre músculos y articulaciones.


El declive de la funcionalidad motora asociado a la edad puede deberse a distintos factores intrínsecos y extrínsecos. Estos cambios pueden estar genéricamente determinados, pero también pueden ser el resultado de alteraciones metabólicas y esqueléticas frecuentes en las personas mayores, como la osteoartritis, la artritis reumatoide o la osteoporosis. Por ejemplo, algunas consecuencias de la osteoartritis de los dedos son dolor, inflamación, deformidades en las articulaciones y reducida movilidad de dedos y muñeca, dificultando ciertas actividades de pinza y/o prensión. Del mismo modo, también contribuyen a la alteración del movimiento en general factores conductuales asociados al envejecimiento, como el declive en el ejercicio y en la actividad física y un estilo de vida más sedentario. Muchas personas, al hacerse mayores, caminan y se mueven más lentamente, y cuando no está asociado a otros trastornos o enfermedades (como la enfermedad de Parkinson) se considera un rasgo del síndrome de fragilidad física del envejecimiento.


¿Cómo afecta la edad a las articulaciones y a la pérdida de movilidad?


Con el avance de la edad se producen cambios importantes en el entorno de las articulaciones y, como resultado, las fibras de tendones y ligamentos se empiezan a fragmentar, de forma que pierden capacidad para compensar la tensión derivada del movimiento de las articulaciones

Consiguientemente, las articulaciones pierden elasticidad y se vuelven más propensas a lesiones. Si esto empeora, se forma un acúmulo de fibras no elásticas con depósitos minerales que conlleva aún menor flexibilidad, nuevas lesiones e, incluso, deformidades en las articulaciones. A la larga, el resultado funcional es que hasta pequeños movimientos de articulaciones se tornan dolorosos. Ya desde los 20 años de edad, los cartílagos experimentan cambios en su grosor. En edades avanzadas se han adelgazado considerablemente y son muy frágiles. Como resultado de todo este desgaste acumulado a lo largo de la vida en las articulaciones, se manifiesta la artritis, pudiéndose sentir dolor aun cuando las articulaciones estén flexionadas. La más común es la osteoartritis, que se caracteriza por una serie de desajustes en las articulaciones, resultando en dolor y pérdida de flexibilidad y movilidad. Algunas profesiones o aficiones que suponen determinados movimientos repetitivos pueden incrementar el riesgo de padecer dichas alteraciones o adelantar su aparición (por ejemplo, algunos deportes, el manejo continuado de determinadas herramientas como el martillo neumático, etc.).


Consejos para estimular la habilidad motriz


—Procure realizar ejercicio físico. Las bondades de la actividad física sobre la fuerza, equilibrio, flexibilidad y movilidad global han sido constatadas por numerosas investigaciones. Para mantenerse activo físicamente no es imprescindible realizar algún deporte concreto con regularidad. 
—Es muy importante mantenerse activo socialmente. En un reciente estudio sobre personas mayores, se sugiere que una menor participación en actividades sociales está relacionada con una mayor probabilidad de declive de habilidades motoras como la fuerza y la destreza.6
—Muchas actividades cotidianas pueden contribuir a la preservación de la destreza manual: coser, hacer bricolaje, manualidades, etc. Ahora bien, debe evitarse la realización de ciertas actividades de forma prolongada si aparece dolor en las articulaciones de manos y dedos, distribuyendo, en tal caso, la actividad en sesiones más cortas.
—Si padece dolor en las manos, tal vez se beneficie de masajes periódicos por parte de un profesional de la manicura o un fisioterapeuta, o simplemente de un suave masaje con crema hidratante realizado por algún familiar o amigo, sin que ello sustituya el consejo médico.


Revisión bibliográfica realizada por:
Psic. Paula Cueva
Psicóloga Clínica
Fuente: Gramunt, N., (2010), Vive en envejecimiento activo, Memoria y otros retos cotidianos. Obra Social Fundación ”la Caixa”.


Escrito por: Psic. Paula Cueva

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